Para bailar tinku, Lourdes
Aliaga ahorró la mitad de los Bs 10 diarios que le daba su madre para ir
a la universidad y los invirtió en su traje. Como ella, miles de
danzarines paceños no escatiman esfuerzos para participar en el Carnaval
de Oruro.
Han pasado 14
años desde que Aliaga (35) hizo una serie de esfuerzos para unirse a
los Tinkus Urus. “Los dos primeros años mi madre me dijo: ‘Si quieres
bailar, págate tu traje’. A mí me nacía bailar esta danza porque amo el
folklore y la cultura, pero me movió muy fuerte la fe. Realmente fue un
sacrificio, porque me iba a pie a clases y me restringía cosas”, cuenta
Lourdes, que trabaja en el área de turismo.
La fiesta orureña mueve
cada año a miles de paceños que dedican noches y fines de semana para
ensayar en espacios abiertos de la ciudad. Por ejemplo, Johan Salaz (38)
baila hace casi dos décadas en la fraternidad Rey Caporal, con los
Caporales Centralistas; practica en la plaza Villarroel.
A los 18 años ingresó a la universidad y, motivado por las ganas de
participar en la entrada universitaria, se metió de lleno al folklore al
punto de no perderse ni una entrada del Carnaval de Oruro. “En aquel
entonces, además de estudiar, trabajaba eventualmente y me daba tiempo
para ir a los ensayos”, recuerda Salaz.
El dinero que ahorró fue invertido en el traje de caporal; pero, a
pesar del esfuerzo, no le alcanzaba para comprar las botas. “Tuve la
suerte de que mi tía fuese madrina de mi primer par de botas, porque no
tenía dinero”.
La fe es
un importante motor para los bailarines. Sergio García (35) integra los
caporales San Simón, bloque La Paz, desde hace 17 años. “A medida que
van pasando los años, la pasión y la devoción por la Virgen y el baile
se vuelven cada vez más grandes, pero el principio es fundamental”.
García recuerda su primera participación en Oruro. “Entramos a bailar
muy jóvenes y no teníamos recursos, dependíamos de nuestros padres”.
Teniendo en cuenta la cuota más el traje, el monto de inversión es
elevado, dependiendo de las danzas. Si bien ningún fraterno quiere dar
información de los gastos que implica su participación en el Carnaval
—“es muy feo decir cuánto vas a gastar porque crea diferencias odiosas
entre fraternidades”, advierte uno de los bailarines— los presupuestos
van desde Bs 2.500 hasta Bs 10.000.
Por ello, muchos, para abaratar costos, suelen bordar sus propios
trajes y así ahorran en mano de obra: a punta de aguja, lentejuelas, un
carrete de hilo y madrugadas para terminar el cometido. Otros lo hacen
como parte de su promesa a la Virgen del Socavón.
“Muchos trajes los hemos acabado en la flota antes de llegar a Oruro y
es lindo ayudar al fraterno, a la novia y a quien no ha tenido la
suficiente economía para el bordador”, explica García.
También parte de los San Simón es el artista Fabricio Lara, quien baila
hace más de un lustro en Oruro. “Lo que más me mueve es la paleta
cromática que hay en la danza, la cultura y fe”.
Rodolfo Vargas (36) baila hace cinco años en la Llamerada de San
Andrés, encabezada por el historiador paceño Fernando Cajías. “La fe me
motiva, creo en la Virgen del Socavón. En el tiempo que bailo he visto
cómo muchas personas hacen grandes esfuerzos por ser parte de esta
entrada”.
El esfuerzo
también implica conjugar bien los tiempos con la familia y el trabajo.
Carla Derpic (27) es integrante de la Llamerada San Andrés y es su
primer año, aunque tuvo ya experiencia en otra fraternidad. “Tenemos que
estar en todos los ensayos y dar lo mejor para ingresar, porque en eso
son estrictos”, advierte. Las personas que quieren ser parte de una
fraternidad son sometidas a un examen que se debe aprobar para bailar en
Oruro.
“Los ensayos se
desarrollan dos meses antes de Carnaval, se designa una persona que
enseña los pasos. Los que no aprueban son los que llegan tarde”, dice
Aliaga.
La fraternidad
San Simón suele tener un cupo de 330 personas para su debut en Oruro.
“Hay membresías y, de acuerdo con eso, todo el bloque vota para saber
quién entra”, explica García.
Los ensayos son nocturnos y se desarrollan entre una a tres veces por
semana. La edad tampoco suele ser un impedimento para participar; si
bien los jóvenes suelen ser mayoría, hay personas de todas las edades.
Finalmente están los fraternos que migraron a otros países y que
ahorran todo el año para el Carnaval. “Pasaje, alojamiento y traje. Todo
se hace por fe y darle las gracias o pedirle favores a la Virgen”,
resalta Vargas. Por ejemplo, en la llamerada hubo personas que a veces
no tenían los medios económicos para bailar, pero cuando se quiere, se
puede y —afirma Vargas— se consolida el milagro.
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