Nuestra Señora de Urkupiña sabe tanto de espiritualidad personal como
de religiosidad colectiva, de recogimiento piadoso como de ámbito
festivo. La “mamita” de Urkupiña también ha escuchado las plegarias más
apasionadas, más profundas y más estremecidas, que pueden brotar de la
esperanza o la desolación, pero siempre surgen de la fe.
Asimismo, ha visto llegar a su templo en Quillacollo (Cochabamba,
Bolivia) peregrinos con el corazón entorpecido por el dolor o el
agradecimiento, venidos de lejanas latitudes y que como brazos de un
generoso río confluyen y marchan juntos, durante la procesión en su
honor, cada 15 de agosto. O ha bendecido a vecinos integrados y alegres,
que danzan por los barrios y le ofrecen su mejor vestido, sus más
elaborados platos, sus más preciadas intenciones.
¿Qué representa para los fieles esta advocación mariana, este
fenómeno a veces incomprendido que ya se instaló entre los salteños?
La fe es un acontecimiento, un enigma más allá de todo poder y
voluntad. Y los devotos de la Virgen de Urkupiña coinciden en que la
única perspectiva posible para desentrañar el fenómeno es pensarlo y
vivirlo desde la fe.
El origen del culto
La página inicial de este relato se escribió hace más de 300 años.
Así como las vírgenes de la Candelaria, Fátima o La Salette se
aparecieron a niños pastores, también la Señora de Urkupiña elegiría a
una infante con idéntica misión que su hijo: guardar, guiar y
apacentar ovejas. Así, la tradición oral narra que en la época
colonial, cuando Quillacollo formaba parte de la provincia de Tapacarí,
una niña que pastoreaba ovejas se encontró con una deslumbrante señora
que cargaba un hermoso niño en sus brazos y que se convirtió en su
amiga.
Con sus ojos y corazón de niña intactos, ella asimiló este hecho con
toda naturalidad. La señora dialogaba con ella en quechua y algunas
veces el niño, que se encontraba siempre en el regazo de su madre,
jugaba con la pastorcita. La niña no tardó en contar lo sucedido a sus
padres, quienes acudieron por consejo al “doctrinero” (nombre del cura
párroco en ese entonces y que devenía de la denominación que le daban a
la parroquia: doctrina). El acontecimiento llegó a oídos de los
vecinos, quienes buscaron saber qué había de cierto en el relato.
Exactamente el 15 de agosto de 1700 la niña se encontraba en compañía de
la señora y su hijo, cuando irrumpieron en escena sus padres y los
vecinos. Inmediatamente la señora y el niño subieron lentamente a los
cielos. Todos los presentes entonces preguntaron: “¿Dónde está la
señora?”. La pastorcita les respondió en quechua mientras señalaba con
el dedo a lo lejos: “Ork'o piña!, Ork'o piña!”, que quiere decir “Ya
está en el cerro”.
Todos se dirigieron hacia el lugar donde la señora
tomaba asiento con el niño en brazos y allí encontraron la imagen de la
Virgen María de Urkupiña, venerada desde aquella época y trasladada al
templo matriz de Quillacollo donde se encuentra en la actualidad.
Su llegada a Salta
La primera imagen de la Virgen de Urkupiña llegó a Salta a la
iglesia del Pilar hace doce años, traída desde Quillacollo por el
padre Emilio Lamas, el diácono Justo Ciares y un grupo de laicos. El
actual párroco de la iglesia custodia de esta advocación, Raúl Javier
Mamaní aclaró algunos malentendidos en torno de este culto. Señaló que
en el propio génesis del culto de la Virgen van surgiendo elementos
propios de la cultura andina, lo que no significa que no haya nacido
en un ambiente de la Iglesia Católica y que está muy alejado de la
realidad que se trate de una devoción pagana que el cristianismo
absorbió. Otra cuestión a esclarecer es emparentar las gracias por las
que intercede la Virgen solo a cuestiones materiales. “Aquel que le
pide expresa su pedido en una especie de souvenir, durante el calvario,
y ello se manifiesta en miniaturas, en pequeños camiones o casas; pero
los pedidos no son solo materiales y no está mal que sean cosas
materiales si me van a ayudar a dignificar mi vida o a obtener una
herramienta de trabajo”, expresó. También se refirió a las excelsas
comidas, bebidas y bailes, propios y característicos del folclore que
acompañan la devoción. “El problema es que se han ido introduciendo
elementos que pueden dañar y desfigurar la fiesta. Es normal en toda
cultura y toda religión celebrar porque se me ha cumplido un pedido. La
gente celebra y agradece, pero debe hacerlo sin excesos como los fuegos
artificiales y las bombas de estruendo, que molestan a aquellos que no
comparten la devoción a la Virgen y se sienten afectados e invadidos
por esto”, aclaró. Consultado acerca de la inquietud de algunos
fieles, que manifiestan encontrar reticencia en los propios sacerdotes a
bendecir las imágenes de la Virgen, expresó que “la misión de la
Iglesia es lograr que la fe cale lo más profundo posible en los
corazones de los fieles y acompañar esta fe que no debe quedarse en
una fe de cotillón, sino que debe ir madurando y manifestarse en los
valores de Jesucristo”.
Una semana dedicada a la fiesta
La festividad en honor a la Virgen de Urkupiña abarca una serie de
eventos que marcan la vida en Quillacollo durante julio y agosto. En las
celebraciones se conjugan tradiciones indígenas con la solemnidad
propia de los ritos católicos y una gran muestra de variedades
folclóricas.
Los actos centrales empiezan con la entrada folclórica el 14 de
agosto, un desfile de millares de bailarines disfrazados. Las
fraternidades o grupos de danzarines de caporales, morenos, tinkus,
diabladas y otras danzas, acompañados por bandas de música, se expresan
con sus movimientos organizados y el colorido de los trajes y las
máscaras. Ellos comienzan su recorrido a media mañana y en ocasiones los
últimos grupos terminan de hacer su presentación ya despuntando las
primeras horas de la madrugada.
El 15 se celebra la misa central en la iglesia de San Ildefonso. A su
término se inicia la procesión con la imagen de la Virgen de Urkupiña
por las calles del centro de la ciudad de Quillacollo y la repetición de
la entrada folclórica.
El 16 la fiesta culmina con la romería popular donde, según la
tradición, se apareció la Virgen. Los feligreses parten a tempranas
horas de la madrugada desde la ciudad de Cochabamba en una gran romería
hacia el municipio de Quillacollo. Una vez allí, después de escuchar la
misa vespertina, se dirigen hacia el cerro Quta (Calvario), con lo que
cumplen un recorrido de 16 kilómetros. En el calvario se realizan ritos,
como la extracción de pedazos de piedra, en señal de préstamo de bienes
espirituales y materiales.
Organización de esclavos y padrinos
Los festejos de los residentes bolivianos y de los salteños que son
devotos de Nuestra Señora de Urkupiña no se circunscriben a la semana
del 15 de agosto, sino que cruzan las fronteras del mes e incluso rozan
noviembre. Esto sucede porque cada pasante, denominación que recibe
quien patrocina y organiza la mayor parte de las actividades de cada
fiesta particular, quiere celebrar la gracia que le fue concedida por
intercesión de la Virgen. También año a año se multiplican los esclavos,
es decir, los dueños de las imágenes, y los padrinos, quienes se
comprometen a aportar dinero y mano de obra para la fiesta, altar,
estandarte, hábito, escapulario, fuegos artificiales, souvenires,
cotillón, recuerdos, tortas, tarjetas, filmación, cena de la última
noche de novena, etc. Para que las celebraciones se materialicen están
presentes tres actos de intercambio: dar, recibir y devolver.
Los devotos asumen un compromiso férreo con la Virgen y muchos creen
que ella les corresponde a todos sus devotos en igual medida de lo que
éstos le brindaron, ya que da préstamos y concede bienes; pero, al mismo
tiempo, obliga a devolverlos con intereses, amenaza con castigar la
falta de cumplimiento y esta punición se traduce en la pérdida de
objetos materiales y del trabajo.
Proponen construir un templo para la Virgen
El chofer de remises Roque López encabeza un grupo de devotos
salteños de la Virgen de Urkupiña cuyo objetivo es crear una fundación
que lleve el nombre de esta advocación mariana. Dice que en nuestra
provincia el culto a la “mamita de Quillacollo” viene en franco
incremento y calcula que este año peregrinaron hasta esa ciudad unos
4.500 salteños. Además, con un grupo de 800 personas está trabajando
para cumplir la primera misión que le autoimpusieron a la fundación:
erigir la iglesia de la Virgen en Salta. Incluso están evaluando pedir
la donación de un terreno al Gobierno de la Provincia.
“La iglesia que
está en Cochabamba tampoco es de ella, es de San Ildefonso, y sé que
también hay un proyecto allá, pero está llevando mucho tiempo. Sería muy
grato ser los primeros e invitar a los párrocos bolivianos a que vengan
a inaugurarla”, expone. Ya están tramitando la personería jurídica y
buscando apoyo gubernamental para concretar esta obra. “Hago hincapié en
que no se trata de pedir dinero, sino de que cada devoto vaya
participando y coloque un ladrillo. Acá la Virgen debe tener muchos
albañiles para la mano de obra, así el día de mañana todos pueden decir:
"Yo puse un ladrillo acá en la iglesia'”, explica.
Pero los proyectos no se agotan allí: también quieren traer la imagen
de la Virgen de Quillacollo a la Catedral Basílica de Salta, antes de
que se inicie la novena del próximo año, para que los fieles de aquí que
no tienen condiciones económicas para viajar a Bolivia puedan
venerarla.
Roque, al igual que otros devotos, atribuye enormes mudanzas en su
vida a la intercesión de la Virgen. Afirma que ella le ha concedido
varias gracias: posibilitó que él tuviera su empresa de remises y que su
mujer quedara embarazada. “Es algo que te pasa y no hay palabras para
descifrar las cosas que te da”, sintetiza.
Los “males” de Urkupiña
Sin embargo, no es ajeno a la polémica en torno de los festejos y
recuerda que hubo un tiempo en que él mismo se disgustaba, cuando era
colectivero y quedaba atrapado por estas manifestaciones de fe durante
horas pico, aunque los horarios por cumplir lo apremiaran. Por eso hoy
reflexiona: “No sería tan dramático si se ocupara media calzada para
evitar el choque con la gente o hablar a la Policía de Tránsito para que
organice el tráfico. El 911 nos dio una mano enorme en varias
oportunidades, no porque se lo hayamos pedido sino espontáneamente”.
Sobre el uso de pirotecnia opina que “está en todos lados. Si hay que
reglamentarlo, habría que hacerlo para todos. Es verdad que las bombas
de estruendo molestan mucho. Tendríamos que ser más prudentes porque
algunos en cada esquina tiran una bomba. Pero si la ley es justa para
todos no habría problema. Se tiran bombas año redondo por partidos de
fútbol”. Finalmente, confía en que “a través de la fundación vamos a
buscarle una solución para que la gente esté tranquila".
Vestida por un salteño para la fiesta central
La Virgen de Urkupiña resulta llamativa entre otras advocaciones
marianas, por la diversidad y colorido de su atuendo. En Quillacollo la
imagen cambia de vestimenta durante los actos centrales, que se realizan
entre el 14 y 16 de agosto. Aunque también luce diferente el 13, cuando
se efectúa la entrada autóctona; el 14, cuando se cumple la entrada
folclórica; el 15, cuando se celebra la misa, y el jueves 16, cuando se
lleva a cabo la peregrinación al calvario.
Este año un vestido realizado en raso francés de color manteca suave
bordado con hilo dorado y marrón dorado, con aplicaciones de cristal
turquesa y rojo e incrustaciones de swarovski fue elegido en Quillacollo
(Bolivia), para engalanar a la Virgen de Urkupiña durante la procesión,
entre decenas de vestimentas donadas, provenientes de varios países.
El diseñador de modas salteño Walter Luis fue quien confeccionó la
capa. Walter cuenta que invocó el nombre de la Virgen de Urkupiña hace
cuatro años, por un problema de salud. Concedida la gracia que le había
solicitado se convirtió en promesante y hasta hoy “es un sentimiento
tremendo que tengo por esa Virgen. Hace tres años que voy a Quillacollo a
rendirle homenaje. Pero le rindo homenaje a mi manera. Voy a visitarla a
ella allá, rezo allá, voy al calvario...”, relata. El trabajo que donó
demandó horas y horas de dedicación de Carolina López, quien cosió el
vestido, y de las bordadoras Adelia María Cercueti y Elba Portocarrero,
responsables de las aplicaciones y el montaje. “Fui con el vestido y lo
pusimos sobre una mesa, y estaban los padres y diáconos, los ayudantes,
las hermanas. Ellos vieron que era un vestido muy fino, porque no lo
cargamos, y el ropaje del niño era todo trabajado en hilos dorados
entrecruzados. Les gustó y decidieron que ese sería el vestido que
llevaría. Fue el halago más grande que me hicieron en mi vida”,
concluye, emocionado.
El Tribuno
Todo sobre la Convocatoria de Admisión 2025 a las ESFM-UA en Bolivia
-
Convocatoria de Admisión 2025 a las Escuelas Superiores de Formación de
Maestras y Maestros en Bolivia
El *Ministerio de Educación del Estado Plurinaciona...
0 Comentarios