Hace 50 años la plaza 14 de Septiembre era el
corazón del carnaval. Sin embargo, cinco décadas después la celebración
ha sufrido varias transformaciones que se reflejan en el cambio de
escenario y las prohibiciones. Pero, lo que no ha cambiado ha sido el
ingenio, la picardía y algarabía del corso, que se mantienen
inalterables.
Los
primeros registros del carnaval en la ciudad revelan que lo que hoy se
conoce como el Corso de Corsos se llamaba el Corso de las Flores. Hace
más de 50 años los cochabambinos recorrían las calles en pandillas, todo
empezaba en El Prado.
Una característica del carnaval de antaño eran los
carros alegóricos, decorados con flores y seguidos por niños, jóvenes y
adultos disfrazados.
Con el
tiempo no sólo ha cambiado el nombre; sino que se han modificado algunas
de las restricciones. Los participantes del carnaval en 1944 debían
obtener una patente de 20 bolivianos y tener un garante, quien se
aseguraba del buen comportamiento del bailarín.
Según
la publicación de la primera ordenanza que apareció en Los Tiempos,
1944, el alcalde Alfredo Galindo, exhortaba a la gente a festejar el
carnaval con distracciones “compatibles con la moral y la higiene”.
El
juego con máscaras, disfraces, chisguetes, cohetillos, serpentinas,
flores y cascarones de huevo; siempre que no contuviesen “aguas teñidas”
ni “descompuestas”.
En 1969, en
un periodo dictatorial, las restricciones aumentaron. Se prohibió el
juego con agua, globos, cascarones con agua, cohetillos y harina. Pero,
además los disfraces que aludían al clero y los militares.
Según una disposición de 1969, “La Alcaldía prohibió el juego de agua”.
Sin
embargo en una nota publicada del mismo año denunció: “pese a la
prohibición, el carro de la simpática reina el carnaval fue blanco de
globos”.
Según el artículo del
historiador Gustavo Rodríguez Ostria, publicado en la revista
Resquicios, el Corso de Corsos, se creó en 1974 “a iniciativa de la
tradicional y reconocida Radio Centro” y en 1975 se incorporaron por
primera vez los soldados.
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