Del Solar cuenta que la
idea de hacer la recopilación surgió durante un viaje a Potosí. En esa
ciudad hay, desde antaño, una rivalidad que supuestamente terminó en el
siglo XIX, pero que sigue latente, entre los fieles de la Virgen del
Rosario y los de la Merced. “Oía a la gente hablar de Mechita y Charito,
y yo me preguntaba quiénes eran. Me di cuenta de que se referían a las
Vírgenes”, cuenta Rita del Solar. “Nuestra Virgen es la mejor”, suele
decir la gente. Cada uno es fanático de la suya. Por eso, decidió hacer
un libro junto con su amiga, la periodista Lupe Andrade, y con el rector
de la Universidad Católica, Hans van der Berg, que puso la nota
teológica.
Desde hace
años, Del Solar cumple con el mismo ritual a la hora de elaborar un
libro. “Me consigo el tema y le pido a Lupe investigarlo”. Después, ella
escribe todo a mano y es su secretaria quien pasa los textos a la
computadora. Y tiene fieles colaboradores para la parte fotográfica,
factor esencial de los libros; Jaime Cisneros y Patricio Crooker son los
habituales.
A la hora de elaborar Bolivia, tierra de Vírgenes, Del Solar y Andrade comenzaron con la hipótesis de que la gente, en el país, adora más el pedazo de madera, el lugar sagrado sobre el que se asienta la imagen, que a la propia deidad mariana. Sin embargo, tras visitar templos y casas particulares y entrevistar a los creyentes, y gracias también a los relatos de dos expertos que han participado en este libro (Gabriela Behoteguy y Pedro Querejazu), la premisa fue refutada. La fe del pueblo boliviano por “su” Virgen es evidente, concluye.
El libro arranca explicando quién es la Madre de Dios y cómo fue la evolución de la imagen a lo largo de los siglos, desde Nazareth hasta llegar a tierras bolivianas.
Un hecho es puesto de relieve por el estudioso Van der Berg: la presentación que hicieron José y María de su hijo en el templo de Jerusalén, de la cual resultaron las advocaciones Virgen de la Purificación y Virgen de la Candelaria; ésta última es la Virgen de Copacabana.
Por supuesto, se habla de Tito Yupanqui y de cómo creó la venerada imagen de la Patrona que tiene su santuario a orillas del lago Titicaca, famosa en toda Bolivia y en parte de Perú. Aparecen asimismo historias menos difundidas y también curiosas, como la de la Virgen de Chuchulaya, en la provincia paceña de Larecaja.
Lo habitual es ver a la Madre de Dios con Jesús en brazos; la Virgen de Chuchulaya, durante las fiestas, llega a tener siete hijos, uno de ellos, un diablo.
También se la conoce como la Virgen de la Estrella, que pasa el año acompañada de uno de sus hijos. El resto de ellos, que pertenece cada uno a alguna de las fraternidades que acuden de distintos pueblos, sólo la “visita” entre el 6 y el 12 de septiembre. Ismael, el abogado, es el primero de los pequeños; le sigue Gabriel, que es chofer; el pequeño es el Niño Pallalla, minero, y también están Waka, Llamero y Diablito.
En el libro tampoco faltan referencias a la Generala de Bolivia, la Virgen del Carmen, que llegó a La Paz en el siglo XVIII como regalo de una monja paceña y, desde entonces, se encuentra en la iglesia y convento que llevan su nombre, en la confluencia de las calles Colón y Ballivián.
Después de que Goyeneche acabara con la revuelta independentista liderada por Pedro Domingo Murillo en 1810, la imagen también fue “castigada”, según testimonios orales, pues todo lo escrito al respecto fue destruido por la misma institución eclesiástica.
Cuando el obispo de la Santa y Ortega recuperó su posición, le espetó a la Virgen: “¡Pero si tú eres española!”. Le quitó los atuendos militares que le habían colocado los rebeldes, la llenó de crucifijos (también al Niño) y la mandó encerrar en el templo de los Agustinos. Años después, cuando llegó la Independencia, se convirtió en la patrona del país, de los Beneméritos de la Guerra del Chacho y del ejército, del que es Generala.
La Virgen-Cerro, lienzos que muestran la fusión de las creencias católicas con las andinas traducidas en la Pachamama; las patronas del Socavón (Oruro), Urkupiña (Cochabamba) y Cotoca (Santa Cruz); María del Calvario de las Letanías (Viacha) y la Dolorosa del templo de La Merced (La Paz) son presentadas, como lo son los elementos que forman parte del universo de la fe en María: el rosario, los relicarios, los escapularios, las medallas, los ropajes, las coronas (que las hay de oro y de plata, tanto como de latón), las joyas, los niños (que no todas las imágenes tienen uno) y las cofradías.
El hecho de que las autoras hubiesen recorrido los templos les ha permitido evidenciar que las ofrendas de los fieles son muy variadas. De hecho, en un templo del altiplano potosino, se toparon con una muñeca Barbie acompañando a María en el pesebre.
La pasión de Rita del Solar por hacer libros comenzó a finales de los 90. Entonces, ella y su amiga Sandra Cattan Naslausky, la esposa del embajador brasileño de la época en Bolivia, tenían por diversión armar mesas, y competían entre ellas para ver cuál era la mejor.
Ambas nacieron bajo el signo de Piscis y prepararon una mesa para su cumpleaños con motivos marinos. Les quedó tan bien que pensaron en hacer muchas más, fotografiarlas y recopilarlas en un libro, que finalmente se tituló Mesas de Bolivia: el arte de vivir y recibir. La editorial, Pisces, también fue creada por las dos amigas y bajo ese sello publica sus libros la especialista en comida novo andina.
Tras esta primera experiencia, Del Solar y Cattan publicaron en 2002 Oro y plata en Bolivia, con la colaboración de Teresa Gisbert y José de Mesa. En ese libro aparecen joyas de instituciones públicas, como museos, y de colecciones privadas. Entre los tesoros mostrados en esas páginas, llaman la atención la medalla presidencial y la pala con la que el mandatario Ismael Montes inauguró la construcción del ferrocarril entre Sucre y Potosí.
Dos años más tarde salió a la luz El gusto y los gustos de Bolivia, su primer trabajo en solitario. Incluye páginas del texto de fórmulas culinarias de su abuela, con indicaciones del tipo “batir hasta morir”. La autora también explica cómo preparar algunas delicias de la gastronomía “novo andina”, como ella las denominaba entonces (luego, para diferenciarlas del nuevo concepto de cocina peruana, lo rebautizó como “novo boliviana”).
Pasión por la cocina nacional
Antes, en 2001, había publicado el primero de sus escritos sobre el pseudocereal estrella del país: El arte de cocinar la quinua, cuya inspiración le vino cuando supo que la reina Sofía de España había servido ese alimento en el banquete de boda de su hija Cristina.
A mediados de los 2000, se publicó la selección de recetas Quinua, el grano de oro de los Andes. Hubo versiones en castellano, inglés, portugués y francés.
Tras saber que la variedad real de ese producto es boliviana, sacó una edición “mejorada” y titulada: Quinua real, el grano de oro de Bolivia. “Fue un éxito”, asegura.
Luego pensó que Bolivia necesita mantener sus costumbres, y escribió Chuquiago Marka. La Paz de Ayacucho, “para que la gente de acá sepa de sus tradiciones”. Se imprimió en 2009.
El año pasado sacó su, hasta ahora, último libro sobre el pseudocereal
andino: Bolivia Quinua. Gastronomía y paisajes, junto con el
neurocirujano boliviano residente en Canadá, Ivar Méndez.
“Lo de hacer libros no es para ganar dinero, es por darse el gusto de
presentar a tu país”, dice Del Solar. Por eso, en casi todo lo que
escribe, no puede faltar el gentilicio boliviano o el “de Bolivia”.
Ya son diez libros, pero no va a quedar la cosa así. Tal vez haga una
segunda parte dedicada a la Virgen, y no paran de ocurrírsele temas
sobre los que indagar.
La Razón
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